Pelear por rayas: Claudia Rivera y la trivialización de la lucha LGBT

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por Zvezda Ninel
Por Zvezda Ninel Castillo Romero
Foto: EsImagen

¡Va a defender legalmente rayas pintadas en el suelo!

¿En serio?

Claudia Rivera pretende pararse el cuello como supuesta defensora de la diversidad peleando por pintura en el pavimento cuando aún nos debe explicaciones sobre la intromisión de su ayuntamiento en la organización de la Marcha del Orgullo LGBTTQI que se realizó el 22 de junio con la participación de un turibus en el que sus regidores iban mandando saludos a los manifestantes al lado de estrellas de Televisa.

Saca la espada por una cebra peatonal, pero no da la cara para aclarar si su policía municipal fue sancionada por haber tratado de cerrarle el paso a los activistas que criticaron que la intrusión gubernamental enturbiara esa importante movilización ciudadana que aborda políticamente, mas no partidistamente, las problemáticas de la comunidad.

Ciertamente quienes nada dijeron cuando el PAN de Moreno Valle pintaba toda Puebla de azul, se movieron tan rápido para quitar la multicolor señalética no por seguridad vial sino porque son homofóbicos; pero no porque esto sea así nos confundamos y veamos la panacea de la lucha social en donde no está, y menos olvidemos temas mucho más serios como que, el mismo día en que se pintaron esas franjas, el inaceptable comportamiento de la autoridad hizo que estas duras palabras aparecieran en el muro de Onán Vázquez, uno de los más comprometidos defensores de los Derechos Humanos de la comunidad LGBT+ en Puebla: 
“Jamás imaginamos que el gobierno morenista de Claudia Rivera Vivanco le aventara la policía a la gente que está marchando.” 
Si Claudia de verdad quiere defender el simbolismo de la inclusión no necesita perder el tiempo en una batalla por líneas que al final del día sí sería mejor que fueran blancas o amarillas porque hay una porción de la población que es daltónica y no ve bien los tonos rojos, mientras que los azulados no reflejan igual la luz ni son tan notorios para la gente de edad avanzada; en lugar de esto, podría poner la bandera en el Ayuntamiento, en las oficinas de todos sus servidores públicos o, mejor aún, en el comunicado oficial que debería sacar para responder a las dudas que su administración ha dejado entre los verdaderos luchadores por la inclusión.

Estoy segura de que no somos pocos los que preferiríamos ver a la edil haciendo cosas de verdadero peso como, por ejemplo, quitar de la dirección de diversidad sexual de su gobierno a Alejandro Pérez Pérez, una persona a la que, en su supina ignorancia sobre el comportamiento de las muchas organizaciones LGBT+ que hay en Puebla, puso en este cargo sin hacer caso de las quejas de numerosas organizaciones defensoras de Derechos Humanos que le señalaron que era un personaje de escaso conocimiento en el área que causa fricciones entre movimientos porque en 2017, mientras era secretario de diversidad del PRD y simultáneamente presidente de la organización APPS, llenó la Marcha del Orgullo de sombrillas arcoíris de su partido y dijo que esa era la primera marcha del orgullo en el estado tratando de invisibilizar el trabajo de otros colectivos que desde 2012 colaboraron en la organización de la verdadera primera marcha. Ahora ese nada flamante funcionario que emigró a Morena se dedica a  replicar lo que hizo dentro del PRD y a demeritar el trabajo genuino que están haciendo legisladoras de la misma Morena como Vianey García, quien ha convocado a activistas para retomar e impulsar el proyecto ciudadano de la Ley Agnes Torres. 

Como hizo cuando estaba en el ahora desmembrado partido amarillo, Pérez Pérez aprovecho su doble papel como trabajador público y vicepresidente de la misma organización APPS y desde esa incierta posición coordinó la marcha ocasionando un ambiente de poca claridad sobre los recursos públicos que pudieron haber sido desviados para dar un tinte proselitista a lo que debía ser una movilización social enteramente ciudadana

No sé qué opinan ustedes, pero a mí esto me parece mucho más importante de abordarse que una señal pintada en el piso.  

Por homofóbicos que sean los que no quieren esas rayas, la realidad es que Claudia nos está dando gato por liebre peleando por ellas mientras ignora lo otro. Nos da propaganda en vez de política genuina.

La bandera arcoíris es un emblema de lucha de alta carga histórica cuyo discurso es flexible y abierto pero requiere comprensión real porque no pocos abusivos osan desplegarla a la ligera para ganar clientelas.

En 1978 el creador/a de la bandera Gilbert Baker/Busty Ross llevó su emblema a las marchas para respaldar los proyectos políticos a favor de la comunidad de Harvey Milk, el primer político estadounidense abiertamente gay, un hombre que no cosechaba apoyo por el mero hecho de tener una iconografía atractiva, sino porque trabajaba duramente por la inclusión en planos más allá de lo simbólico.

Claudia Rivera, quien un día fue Secretaria de Diversidad Sexual en su propio partido pero parece no saber del tema más que sus colores y lo buena onda que es apoyar en el discurso, no es ninguna Harvey Milk, ni ofrece acciones de efectos reales para la comunidad. Diría que su “lucha” por la inclusión se parece a la campaña de los Doritos arcoíris que, viendo lo rentable que es la comunidad LGBT, oferta botanas de colores como si una mordida de esa colorida chatarra fuera a cambiar un mundo que requiere abordajes complejos para vencer los terribles y muy comunes atropellos que vive la comunidad; pero la realidad es que los Doritos hacen más por la diversidad que Claudia, pues al menos ellos usan parte de sus enormes recursos para patrocinar acciones educativas de mayor impacto que lo que ella implementa teniendo a su cargo una de las ciudades más importantes de la nación.

El arcoíris conjuga juego y lucha cuando lo que se envuelve en él es algo sustancioso, no cuando se utiliza como barato sustituto de la labor que alguien con el poder de Claudia podría poner en acción.

Centenares de empresas, organizaciones y políticos en todo el planeta han visto que el arcoíris (al igual que la rentable etiqueta rosa) tiene un fuerte magnetismo entre sectores históricamente marginados y, por tanto, muy necesitados de representación. Es una bajeza contribuir a la trivialización de las causas de quienes tienen que cuidarse hasta de los falsos apoyos, sobre todo cuando tienes cuentas que entregar por errores graves que vulneran la movilización social.
 
Cuando los activistas denunciaron que la Marcha del Orgullo fue usurpada por el gobierno de Claudia, muchos militantes y simpatizantes de Morena salieron al ruedo llamando "ingratos" a luchadores que han trabajado de sol a sol y han perdido colegas en duras batallas contra el odio. Gente que apenas y sabe algo sobre las realidades de la comunidad reclamó groseramente que no tuvieran gratitud aquellos que tienen todo el derecho a ser escrupulosamente exigentes porque han visto constantemente aplastados sus esfuerzos por gente que aprovecha la más mínima falla para negarles derechos que debieron pertenecerles siempre. 

Ciertamente Claudia es la primera en muchas cosas, pero eso no quiere decir que sea buena en ellas ni que debamos agradecerle sus garrafales tropiezos. Ninguna pinta de colores cambiara el hecho de que Rivera Vivanco fue la primera edil municipal de Puebla en declaradamente apoyar a la comunidad LGBTTTQI, pero también la primera en echarle encima a la policía. 
"Por primera vez un gobierno municipal nos avienta a la policía, nunca había ocurrido en 18 años de marcha e impedir que se manifiesten y nunca nos imaginamos que fuera por parte de un gobierno de Morena, la 4T es una simulación en Puebla". Onán Vázquez 
Con amigos ineptos como Claudia, ¿para qué necesitamos enemigos? 




Nota por:
Zvezda Ninel

Universitaria BUAP desde el cunero. Estudie Filosofía. Soy activista y periodista. Me interesa la defensa los Derechos Humanos y la Naturaleza.

Zvezda Ninel

Universitaria BUAP desde el cunero. Estudie Filosofía. Soy activista y periodista. Me interesa la defensa los Derechos Humanos y la Naturaleza.